Miro las piezas de Bárbara Sánchez Kane e inmediatamente surge entre nosotros una suerte de erotismo: como yo, aguardan un cuerpo que las use y las posea. 

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¿Qué le sucede a un cuerpo que viste una de las piezas de Sánchez Kane? 

            En el corto plazo se altera la sintaxis de sus miembros. A la larga, sospecho, los órganos terminarán por cambiar de función y significado. Donde antes había un brazo brotará una oreja. Ropa mutante para mutantes.

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Ropa mutante como una resistencia ante la biología evolutiva: vestuario para desadaptados en el que todo aquello que no cumple una función y es dejado aparte tiene aún cabida. Ropa para una vida menos eficiente. Zapatos para caminar con lentitud y dificultad rumbo a otra belleza. Ropa para ser menos productivo. Trajes no aptos para ir a pedir empleo. Un vestuario perfecto para complicarse la existencia.

            Pero ropa, también, para atar el cuerpo al cuerpo y salvarlo de la virtualidad y sus avatares. Ropa incómoda como la realidad.

No.

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Me desdigo. Dije que las piezas de Sánchez Kane aguardan un cuerpo que las use y las posea, pero fue un error de percepción: aguardan, más bien, un cuerpo al que usar y poseer. Aunque esto tampoco sea del todo exacto. 

            Y es que esta ropa es inestable y se transforma constantemente. No bien uno dice algo sobre ella y ya es otra cosa. Sí, ropa mutante. No.

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Ropa en estado fluido. Más que con telas, metales, carnaza, cinturones, Sánchez Kane trabaja con flujos. Más que ropa, habría que llamarla deseo. 

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¿Qué le sucede a un cuerpo que viste una de las piezas de Sánchez Kane? 

            Me temo que termina siendo felizmente devorado por ella. 

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Quien viste una pieza de Sánchez Kane desaparece. 

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Imposible tomarse una selfie vestido con una pieza de Sánchez Kane pues quien aparece retratado en la imagen ya es otro. Imposible también mirarse en el espejo sin extrañarse, sin echar de menos a aquel que fuimos y ha quedado atrás. Vestirse con una de estas prendas supone un ejercicio de autodesconocimiento. Ropa que desviste al cuerpo de su imagen.

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Leo el nombre de "Narciso" tatuado en el abdomen de un modelo sin rostro que viste una pieza de Sánchez Kane y me aterrorizo, pues vestir una pieza de Sánchez Kane es, precisamente, vestir la muerte de Narciso: es ahogarse en uno mismo para resucitar vampiro al otro lado de la imagen: en el espejo que ya no te refleja. Queda el nombre, es decir, el texto, es decir, el tejido, es decir, la trama.

            Un poco más arriba, casi a la altura del pecho, en letras más grandes, hay otro tatuaje que dice: "Valiente". 

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No un cinturón, sino diez, veinte, cien: metástasis de lo uno que se multiplica hasta la nada. 

            En la monstruosa proliferación de cinturones que se entretejen en torno a un cuerpo individual ya ausente se trama el monstruo colectivo de la orgía.