Young Boy Sánchez-Kane

Un ser contrahecho y angustiado al centro de la escena. Sus concavidades se deforman al tirar de su piel de cinturones: ¿qué yace más allá de los orificios?, ¿qué oculta este hoyo negro? Algunos elementos de su estructura tripoidal escapan a la vista: una pierna, unos guantes, una flecha ausente. Suma que jamás alcanza la totalidad: es el regocijo en el artificio y la desmesura, es ese punto de fuga que desorienta al ojo. Cadáver exquisito o tejido ritual que bárbara sánchez-kane ha convertido en un altar minimalista para dover street market parís.

Pliegues suntuosos y desbordantes, como los pliegues amarillos del pensamiento de mallarmé, para quien el significado de una obra se esconde entre sus intersticios.Fiel a la proliferación y redundancia inherentes al barroco, el artista articula un léxico individual de obsesiones y fetiches a partir de la hibridación de la moda y las artes plásticas (sanchezkaneísmo). Cosmovisión exuberante donde se reconcilia la cultura visual disparatada de la metrópolis mexicana: del mito de la diana cazadora a la imaginería popular de las ferreterías. Todo cabe y se transforma en la caja de herramientas de sánchez-kane.

Nada permanece estable, como en los retablos de las iglesias novohispanas, donde vírgenes y santos se estilizan amanerados para provocar la ilusión de movimiento. Aparecen los cuerpos en acción, a punto de pelear, a punto de coger. Adheridos a su indumentaria portan ganchos y receptáculos para conectarse entre sí mediante cintas retráctiles, las mismas que demarcan filas de espera en bancos y aeropuertos, aquí desprovistas de su función habitual. Así, los cuerpos desobedientes dan rienda suelta a su libido en un mundo sin direcciones ni binarismos. 

La trama de esta obra, si acaso la tiene, sería un laberinto de múltiples salidas y metáforas: ¿cómo alcanzar el deseo sin posesión?, ¿puede la demora avivar el deseo?, ¿cómo hallar el deleite en la espera prolongada? Las pulsiones se liberan en una danza rizomática. La coreografía traza sobre el espacio siluetas imposibles, siluetas regidas por una lógica de la mutación, siluetas que delatan una inclinación por anatomías desmembradas, inarmónicas, voluptuosas, vaciadas de órganos. Cuerpos aún por conocer. 

Arriba, dos angelitos voyeur contemplan el espectáculo; uno de ellos, putto descarado, orina sobre las llamas tras el incendio. El historiador mexicano justino fernández describió con gracia la presencia de los querubines en los retablos ultrabarrocos “con las piernas al aire, los cuerpos retorcidos, las vestiduras ondeantes y las alas desplegadas, para darles la mayor libertad y aerosidad”.La pareja angelical perversa atestigua aquella tan gozosa espera a la condena.

Condena, sí, porque la activación de este tableau vivant alucinante, que es también un examen de conciencia, evoca los suplicios de la pintura de el bosco. Pero hoy en día ya no se le teme al infierno ni se le rehuye. El artista ha subvertido el cronotopo infernal: el infierno ya no está abajo, sino en todas partes, coexistimos en él. Durante el proceso de creación se escuchó el alarido de rimbaud, ardiendo a las mil maravillas, en la búsqueda insaciable de su propio infierno personal: éxtasis, pesadilla, sueño en un nido de llamas.3 Las analogías religiosas cobran una fuerza innegable: para sánchez-kane, la ropa se erige como un confesionario, un espacio íntimo donde se revelan deseos y expía el pecado.

¿Cómo desentrañar un espectáculo cuya planificación excede disciplinas y temporalidades? Ópera sin director, sin principio ni fin, no de canto, sino de roces y gemidos, de mordiscos y destellos, donde el compositor —de cuyos hombros cuelgan unas piernas de cuero— improvisa una pieza especial para la ocasión, inspirada en las partituras de pierre boulez.

O, mejor dicho, una máquina deseante dependiente de otras máquinas para funcionar y rubricarse, en los hiatos y las rupturas, en las averías y las fallas, de tal modo que el fracaso de una materialidad deviene el placer de la otra. Después del incendio, los despojos de esta obra total y fragmentaria, por siempre inconclusa, le servirán a otra, palimpsesto que se quema y reescribe para la eternidad. “Un cuadro inacabado en perpetuo inacabamiento”, definió octavio paz a aquella otra gran máquina enrevesada que es el gran vidrio de duchamp.4  

Máquina disfuncional productora de poesía disfuncional, de ruido y cacofonías, de disonancias y repeticiones. Quizás sea allí donde inicia una revuelta. Más que dramatizar y expresar la irracionalidad para generar un antidiscurso desde la esquizofrenia, el acontecimiento teatral orquestado por sánchez-kane, en consonancia con el espíritu punk de la invitación al evento, desmonta los mecanismos —institucionales, familiares, patriarcales— que controlan y limitan nuestro deseo, reivindicando la belleza en el caos y la potencia creadora de la destrucción.

[1] Mallarmé, S. Herodías, trad. Antonio y Amelia Gamoneda, Madrid, Abada, 2006, p. 19. En el original: “les plis juanes de la pensée”.

[2] Fernández, J. Estética del arte mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de México; Instituto de Investigaciones Estéticas, 1972, p. 352.

[3] Rimbaud, A. Poesías completas, trad. Javier del Prado, Madrid, Cátedra, 1996, p. 181. En el original: “Extase, cauchemar, sommeil dans un nid de flammes”.

[4] Paz, O. “Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp”, Obras Completas, vol. IV, México, Fondo de Cultura Económica, 2014, p. 148.