Friedman Benda presenta su novena exhibición anual de la serie de curadores invitados, la primera dedicada al México contemporáneo, titulada Everything Here Is Volcanic (Todo aquí es volcánico). Curada por Mario Ballesteros, la exposición parte de una frase del arquitecto radical suizo Hannes Meyer, quien vivió en México durante más de una década, de 1938 a 1949. "Todo aquí (en México) es volcánico", escribió a su amigo arquitecto Hans Schmidt, hechizado por esta tierra montañosa, inesperada pero de alguna manera conocida, sumida en cambios sociopolíticos álgidos. Meyer se refería tanto a la naturaleza impredecible de la geografía y el paisaje pedregalesco, pero también a la imposibilidad explosiva de establecer un modernismo ortodoxo en México, en una cultura supercargada y superimpuesta, con raíces profundas y desviaciones atemporales, donde una obsesión por el pasado persiste en el impulso hacia el futuro.
Everything Here Is Volcanic encapsula la misma energía eruptiva en una muestra ultracontemporánea de objetos raros que encarnan la cultura de diseño en México hoy. Límites precarios, categorías inestables y tensiones estilísticas se desbordan en el espacio de la galería, transformada en un microcosmos posdoméstico de accesorios y muebles improbables.
A través de obras nuevas y recientes —la mayoría comisionadas especialmente para la exposición— de artistas, diseñadores, arquitectos y creadores mexicanos emergentes, muchos de los cuales se presentan por primera vez en Nueva York, Everything Here Is Volcanic captura la energía explosiva de la producción creativa actual en México.
Estas piezas incluyen una versión peculiar de una cocina tradicional por el estudio de arte/arquitectura Tezontle; una delicada silla de cuentas metálicas de la arquitecta Frida Escobedo; una lámpara de tronco y espinas de cactus del diseñador Fernando Laposse, un par de taburetes de cuero del la artista y diseñadora de moda Bárbara Sánchez Kane; un trío de esculturas neoprehispánicas de cerámica y piedra a gran escala del duo SANGREE; una intrincada cortina escultórica de fibra de agave y cuentas de cerámica de Lorena Ancona; una silla de montar BDSM de cuero cincelado a mano por el diseñador y artista Aldo Álvarez Tostado; una luminaria construida informalmente por el arquitecto e investigador Andrés Souto; un espejo ceremonial de gran tamaño del artista ceramista Alejandro García Contreras; una mesa monolítica del aclamado artista Pedro Reyes; un taburete y una mesa auxiliar en aluminio y hormigón de Víctor Barragán y una banca voladiza de mosaico del legendario arquitecto orgánico Javier Senosiain.
Estas piezas de arte funcional se complementan con obras críticas de los jóvenes artistas Allan Villavicencio, Tony Macarena y Wendy Cabrera Rubio, que brindan una capa narrativa adicional a modo de anotaciones materiales.
Presentada en un acomodo espacial estructurado en torno a las nociones de encuentro, ritual y sueño, la exposición se desliza, cambia y se solidifica como magma de una cultura material mutante.