Este fue un performance en cuatro actos, y aunque presentó nuevas esculturas y ropa, se trató también de un punto de transición, en el sentido de que asomó lo que seguiría con Las Puertas del Sentimentalismo, que sucedería un poco después, pero también porque se trató de un momento de crisis para lx artista. SÁNCHEZ-KANE, la marca, estaba en sus comienzos, y Sánchez Kane, la persona, se encontró a sí mismx de vuelta en Mérida, su ciudad natal, haciéndose todo tipo de preguntas existenciales. Un momento de crisis pero también de intensa nostalgia que le llevó a cuestionarse sobre temas como la maternidad, los orígenes, la belleza, la feminidad, la muerte y la decadencia.
Los cuatro actos no funcionan como una narrativa concreta y ofrecen en su lugar una serie de tableaux absurdos que proponen preguntas disconexas sobre lx artista y su propio proceso de crisis. En el primer acto, unx modelo semidesnudx aparece con uñas acrílicas larguísimas unidas una a la otra con estambre, y ropa interior blanca y delicada con un cepillo gigante adherido en su entrepierna. Se sentó en el centro del pequeño escenario de satín blanco, salpicado con rosas blancas y posó como el logo de SÁNCHEZ-KANE, con las piernas abiertas. Otro personaje, un prototipo de lo que después se vería en Las Puertas del Sentimentalismo, usaba un jarrón de tela como sombrero y una chaqueta de espiral con alcatraces brotando de los hombros. Con gestos que evocaban la Men Without Fear Miniseries, Sánchez Kane continuó explorando su obsesión con las formas en que los objetos se presentan para su consumo. El frente de los pantalones de ese personaje también funcionaba como un porta-brochas y el tacón de sus botas vaqueras tenía un mini-estuche de maquillaje. Es interesante que estos personajes no eran sólo personas o modelos sino tecnologías de display, ocupando un espacio liminal semi-sentiente, un nivel moderado de objetificación.
El segundo acto re-articuló a los personajes principales. El porta-brochas ahora se había quitado los pantalones y tenía un dildo que también funcionaba como un display de paletas, pero que sostenía rosas blancas en lugar de caramelos. Lx modelo con las uñas ultra largas ahora también era un stand de DVDs, con una repisita pegada a su ajustadísimo corset negro que sostenía varias cajitas de DVD. Los títulos en ellas aludían a la crisis de lx artista: ‘¿Eres artista o diseñadorx de modas? — la travesía’, ‘Aprendiendo a ser una madre mexicana católica y lesbiana’, ‘Mierda no-solicitada’. Finalmente, un tercer personaje se sentó en una silla, tenía un flequillo rubio que le tapaba la cara y Sánchez Kane se le acercó, vistiendo un overol khaki con el logo de la marca, y le cortó el flequillo de un largo irregular pero más apropiado. El personaje se levantó y se admiró a sí mismx en la Virgen de Guadalupe reflejante que adornaba la ropa interior del primer personaje.
El tercer y cuarto acto fueron menos complicados pero no menos intensos. En el tercero, el personaje de las uñas largas y la ropa interior con cepillo se quedó quietx mientras Sánches Kane, usando una máscara hecha con rodillos de pintura, usaba su propia cara para pintar de rojo el cuerpo de lx modelo y el espacio que lx rodeaba. Un gesto en igual partes salpicado, caliente y lleno de deseo inusual. Para el cuarto acto, el performance regresó al origen de sus miedos: las madres y la religión. Una madre/virgen se hizo presente, aunque por supuesto subvertida por las estrategias visuales de Sánchez Kane, tenía puestas unas botas tribales exageradísimas, sus puntas enchinadas en espiral, hechas del mismo material que sus chaparreras, enrolladas en sus pies como serpientes. Cargaba a un bebé y lo amamantaba mientras sostenía un alcatraz con la otra mano. Tenía una corona hecha de su propio pelo, con un velo brillante hecho de cortina de baño. La emocionante escena, que se sentío tanto como un nostálgico retorno al orígen como una pregunta cargada de ansiedad sobre las expectativas predeterminadas de la feminidad, marcó el final del performance.