Esta presentación se trató de una ambiciosa performance que buscó subvertir las formas tradicionales de la pasarela de moda. En 25 outfits, la colección sintetizó las preocupaciones claves de Sánchez Kane: la configuración de la identidad mexicana, la sensibilidad barroca del catolicismo, la estética autoritaria del militarismo, el kitsch pseudo-fálico de las botas ‘tribales’, la logomania de las corporaciones estatales, las cubetas y guantes de box como extensiones prostéticas del cuerpo, y los alcatraces como símbolos recurrentes del muralismo mexicano. Todos estos elementos se combinaron en los cuerpos de lxs modelos para crear una suerte de tableau vivant de la carrera de la artista, con cuerpos que extendían su condición humana hacia el terreno de los objetos sintientes.
La contrastante interacción entre cuerpos, plástico y carnaza —dos de los materiales más usados en la presentación— también servían como una metáfora para la condición humana actual, en la que los límites de lo que consideramos ‘artificial’ o ‘natural’ se han borroneado casi completamente: las cubetas-como-prostéticos y las sillas en las que se sentó el público, estaban hechas del tipo de plástico más comúnmente fabricado, un material que hoy podemos encontrar circulando en nuestros órganos y venas. Hoy nuestra basura y desperdicios han invadido nuestros cuerpos en una relación no-simbiótica en la que los roles de parásito y portador se confunden constantemente.
Estas ideas de ciclos corporales, de la agencia de los materiales y de los límites borrosos de lo humano, son también esenciales para las elaboradas metáforas del show. El espacio entero estaba en penumbra, y se le pidió a lxs asistentes que usaran únicamente ropa negra, mientras que el escenario mismo, al fondo, se tiñó de rojo con el logo de piernas de abiertas de Sánchez Kane al centro: una galería convertida en un útero. Dos ninfas, vestidas en lencería de carnaza, servían como anfitrionas, pero también como figuras maternas que empujaban la narrativa hacia su eventual clímax, en el que un cantante de falsetto, apareció para cerrar el show. Las ninfas eran sus madres incómodas, enmarcándolo y acariciándolo mientras cantaba, cubetas de plástico creciendo en sus costados. Un drone volando con un alcatraz apareció de pronto, un objeto casi sintiente subrayando de nuevo el cruce entre lo natural y lo tecnológico, Sánchez Kane lo atrapó en el aire en un gesto poético marcando el final de la presentación.
Desde su mismo título Sánchez Kaneismo se propuso como una provocación: al convertir su nombre en un ‘ismo’, Sánchez Kane enfatizó los paralelismos entre el conveniente uso de este tipo de etiquetas tanto en la historia del arte como en el mercado de la moda. Para que un ‘ismo’ exista, una tendencia visual reconocible debe ser identificada, la repetición es tan necesaria en el arte como lo es para una marca de moda. Sánchez Kaneismo se trató del desmantelamiento de clasificaciones simplificadas, buscando en su lugar desdibujar completamente categorías supuestamente antagónicas como plástico/humano, orgánico/inorgánico, machismo/sentimentalismo, hombre/mujer.