Vercios Rancios

 

La intervención de Sánchez Kane para la Okayama Arts Summit se llevó a cabo en la ex Escuela Primara Uchinsage. La forma que la misma tomó fue ciertamente influenciada por la locación, en la que seis esculturas de camisas blancas sin cuerpos que lass sostuviesen, se sentaron atentamente mirando hacia una llamativa figura: una caja toráxica de costillas doradas colgando desde el techo, sus cuatro brazos extendidos, como si estuviese impartiendo su lección. El cuarto entero, incluídos los escritorios escolares en los que se sentaban lxs extrañxs alumnxs, estaba cubierto de pintura de pizarrón verde, un gesto que convertía al espacio en una pintura transitable y constantemente cambiante, lista para ser alterada por lxs mismxs visitantes.

La configuración del espacio era teatral, la iluminación lo suficientemente dramática para enfatizar la ausencia de cuerpos. Esa ausencia se encontraba al centro de la obra: la idea de deshacerse del cuerpo como estándar, de la normalidad como una imposición que nace en los patrones usados para unificar la diferencia de los cuerpos humanos en categorías y tallas únicas. Las piezas también sugieren una agencia-no-humana, la ropa/escultura como capaz de activarse a sí misma a pesar de la ausencia de lo humano, a través de su material expresivo. En el pasado, Sánchez Kane ya había trabajado con carnaza, ese material medianamente asqueroso, que se crea al remover el pelaje, la carne y la grasa de los bovinos, y que es más comúnmente usado para hacer juguetes para perros. El material es extremadamente fluido, en constante  hacer-y-deshacer, es altamente susceptible al agua y mantiene su forma sólo mientras se encuentra completamente seco, de otra forma se arruina rápidamente. La artista creó camisas de vestir, tiesas y blancas que evocaban los cuerpos de estudiantes y profesorxs — su rigidez, incluída la de las costillas doradas expuestas, aludían a la de las estructuras que nos mantienen a todos bajo control: género, clase, raza. El profesor y lxs estudiantes ambxs usan el mismo patrón de camisa, un mimetismo que insiste en la continuidad con la que opera la autoridad: existe porque nosotros la reflejamos, porque la personificamos nosotros mismos.

Con la carnaza, esa suerte de piel maldita, Sánchez Kane también alude a ese órgano como una herramienta de diferenciación, de disciplina impuesta a través de la identidad: la piel como el contenedor del conocimiento que poseemos, pero también de las imposiciones dañinas, de las expectativas y abuso que llevamos a rastras.